Jorge Galán

PRESENTADO POR mario zetino

Jorge Galán es uno de los escritores contemporáneos más ampliamente reconocidos. Esta selección de poemas es una muestra de su poemario más reciente, Medianoche del mundo (Visor Libros, 2016. XVI Premio Casa de América de Poesía Americana). En este libro Galán da un salto, y llega a una profundidad sobrecogedora, humbling: que hace ser o sentirse humilde.

El primer poema es La madre y nos habla sobre el exilio. El autor se vio forzado a exiliarse al ser amenazado tras la publicación de su novela Noviembre (Planeta, 2015), que trata sobre el asesinato de los padres jesuitas en El Salvador en 1989. Así, partiendo de esta experiencia de su vida, Galán nos muestra la imposibilidad de comunicar lo que está viviendo: “No pude hablarle de lo que sucedía,/ no pude mentirle otra vez,/ decirle: volveré en tres semanas…”. Una imposibilidad que se agudiza, y llega a doler tanto como el exilio mismo: “Tráeme a mi hijo, dijo./ Tráeme a mi hijo, dijo otra vez./ […] y cientos de tormentas de nieve/ me cerraron la boca”. Sin embargo, en medio de ese vacío, aparece un destello, una trascendencia de las circunstancias, tal vez fugaz, pero real: “Y todo es bueno./ Y todo es increíblemente luminoso”.

En el segundo texto, El padre, Galán habla desde una de las voces que aparece a lo largo de toda su obra: el testigo. Este es un testigo de la muerte, del asesinato: “Escucho la muerte cantar a mi espalda […]/ Sé quiénes fueron los culpables […]/ Lo escuché todo sin poder levantarme”. El poema nos pide (o nos hace) leerlo con lentitud, leerlo desde los labios del propio personaje, escuchando “… el sonido/ de la tierra que aprieta los ciegos ataúdes”, y llegar así al sonido incesante de una cosa más: la impotencia de ese padre, que puede ser el padre de una familia o de un pueblo entero: “Y no pude hacer nada. Ni siquiera morir,/ ni siquiera buscarlos en la muerte”; “Soy el principio y el final de la procesión. Soy el centro”. Este texto le da voz a un condenado, un condenado a sufrir la muerte de sus seres queridos por un tiempo indefinido.

Y en el tercer poema, La herencia, hay un giro. Habla una voz absoluta: “no soy un visitante del mundo// soy el mundo”. Y lo que esta voz busca es que comprendamos, o mostrarnos, que no entendemos: “No comprendes la belleza de lo inexplicable. El ruido/ de lo genuino, donde no existe el hombre”. Galán, luego de conducirnos por el sendero de lo terrible a través de su libro, llega y trata de llevarnos con él a la luz de relámpago de lo esencial: “Cuando se cuenta el cuento de la creación/ el instante de inicio es el mismo/ en cualquiera de las lenguas del mundo”.

Con estos poemas, partiendo de su experiencia y sus visiones, Jorge Galán nos desafía a estar aquí con toda nuestra humanidad; a no escapar, sino que a decir nuestra noche; a sentir la inmensidad y la unidad de todas las cosas.