Josué Andrés Moz

presentado por willy palomo

Josué Andrés Moz, nacido en Mejicanos, San Salvador, en octubre de 1994, puede ser el poeta salvadoreño de renombre más joven hasta la fecha. Actualmente, estudia la Licenciatura en Letras en la Universidad de El Salvador, actividad que ha compaginado con la publicación de poemas en diversas revistas literarias; así como en distintas antologías dentro y fuera de su país. En 2017, publicó Carcoma con Proyecto Editorial “La Chifurnia” y, posteriormente, presentó Pesebre con la misma casa, otra colección escrita bajo el seudónimo de Raúl Padilla Fernández. Es miembro del equipo coordinador del Festival Internacional de Poesía “Amada Libertad”. Y en 2018 participó en el Festival Internacional de Poesía Aguacatán (Guatemala) y en el Primer Encuentro Centroamericano de Escritores Edilberto Cardona Bulnes (Honduras).

Localmente, en San Salvador, lo puedes encontrar en las noches de poesía de Los Tacos de Paco o dirigiendo Los Heraldos Negros, una cita mensual de poesía que se esfuerza por reunir escritores de diferentes generaciones y estéticas para leer y dialogar sobre literatura. Dicho nombre está inspirado en la colección de poesía homónima y referente de César Vallejo. Además, si estás buscando un libro agotado y raro en Centroamérica, no es necesario recorrer las librerías dispersas por los callejones. Llama a Moz. En los últimos años, él ha ganado notoriedad por su capacidad para encontrar ese tipo de textos y entregarlos tanto a bibliotecas como a bibliófilos que los han estado buscando durante años. Ha sido tan exitoso como un “libro-traficante” que ese trabajo ya le sirve como una importante fuente de ingresos.

Leer los poemas de Moz equivale a sostener el carbón caliente del amor y la desesperación en la palma de la mano. En Crack, por ejemplo, Moz captura la violencia y el anhelo de la vida nocturna en San Salvador, en una voz de delirio estático al escribir:

Amo la herida consciente y los látigos de la madrugada,

las gasolineras abiertas y los tartamudos conciertos,

los golpes de los hombres que nada tienen que perder,

las caricias a la orilla de la calle, las monedas abandonadas en los charcos,

los policías extraviados en sí mismos,

las mujeres que exprimen su dolor como a un limón seco.

Leer estos poemas de Moz es ver tu propio reflejo en un charco de sangre, es encontrar salvación en los pozos de oscuridad. “Yo deseo de tu tristeza todo lo que pueda entregarme:/ …esta necesidad/ de llegar al amor con las piernas rotas”, nos cuenta en Confesión del Carnero.

Al leer los poemas de Moz advertirás la intensa atención que pone en el ritmo, la imagen y la metáfora. Cada poema nos deja con la impresión de que Moz está tratando de escribir el mejor poema jamás escrito. Lo que lo hace aún más desgarrador cuando, en Lamento del Carnero, confiesa: “Este dolor no será importante para los periódicos, la conmiseración o para escribir un gran poema”.

Leer los poemas de Moz equivale a sentir la mano del indecible sobre tu hombro, es vislumbrar sus dedos fantasmagóricos.