Leticia Hernández Linares

presentada por ruben reyes, jr.

Sentando en la Embajada de El Salvador en Washington D.C., escuché por primera vez a Leticia Hernández-Linares leer sus poemas. Acompañándose con una vaina de árbol de fuego,  Hernández-Linares cantó partes de sus poemas; el evento fluctuó entre una lectura poética y un concierto. La escritora, quien vive en San Francisco, es autora del poemario Mucha Muchacha, Too Much Girl (Tia Chucha Press, 2015) y artista interdisciplinaria, cuyas influencias aparecen en sus poemas. Así, la poesía de Hernández-Linares frecuentemente incluye letras de canciones y las frases que construye son precisas y musicales. Cuando las lee en voz alta, es obvio que es ejecutante tanto como poeta.

En cada poema de esta selección, Tragedilandia, En el primer día de una guerra se supone que debo enseñar poesía y #YoTambién para Tlaloc, hay musicalidad en la página. Por medio de la aliteración, crea en inglés frases urgentes y rítmicas: “holding pamphlets, blasting beliefs / into bullhorns—hurry up, save your souls”. Se vale también de la repetición, al hacer pasar la consigna “EE.UU. FUERA DE...” a través de un poema entero y la frase funciona como el estribillo de una canción. Los lectores casi escuchan al coro de mujeres tradicionales diciendo “rebelde es una malcriada, una/ qué bárbara, qué exagerada” en el juicio de Sihuhuet. Los poemas resuenan en los oídos.

Y, por supuesto, los poemas están bien conscientes de los momentos políticos a los que se refieren. De este modo, Tragedilandia presenta los desafíos de El Salvador, diciendo satíricamente “Bienvenidos a Tragedilandia, lo tenemos todo:/ masacres, terremotos, huracanes,/ guerra civil,  más masacres”. Luego, en En el primer día de una guerra se supone que debo enseñar poesía, enlaza el primer día de la Guerra en Irak con otras historias de intervención estadounidense en el extranjero, cuando Hernández-Linares escribe: “Hay países que esperan en fila india hasta el final de la página. Una larga lista de naciones/ que estaban en el lugar y a la hora equivocados, exigen y presionan por/ ser reconocidas en el espacio de una camiseta o en el slogan de un botón”. Y su poema más reciente, #YoTambiénparaTlaloc, confronta la misoginia por medio de la leyenda salvadoreña de la Siguanaba. La poesía de Leticia Hernández-Linares se enfrenta con las cuestiones políticas que ocupan a los salvadoreños, presentándolas en estrofas que cantan, tal como la poeta misma lo hizo en la embajada el verano pasado.